El Caballero Mostaza, Antonio Beltramelli

[Il Cavalier Mostárdo]. En estas crónicas irónico-fantásticas publicadas en 1921, Antonio Beltramelli (1879-1930) vuelve a tomar el tono y la figura principal de Hombres rojos (v.). Por el gran prestigio que el héroe, aventu­rero sin miedo, medio despreocupado y medio caballero, goza en su ciudad — la ciudad del Capricornio — durante las luchas encendidas entre los republicanos y los rojos y los negros, es hábilmente atraído dentro del órbita de la nobleza — la opulen­ta alcurnia de los Alerami —, que le pide protección, Mostaza acepta, en parte por ge­neroso instinto que le inclina a defender a los que están en peligro y a los oprimidos, y en parte por vanidad, pero más todavía por complacer a una hermosa doncella fo­rastera, Ninón, que lo halaga en su amor propio de hombre guapo, capaz de suscitar interés femenino a pesar de sus cincuenta y cinco años. La lucha política, conducida con extremada bravura y temeridad por sus compañeros, en la ciudad y fuera de ella, termina con la victoria de los republica­nos; el palo y el fusil enseñan mucho más que los programas elaborados en los con­ciliábulos de los politicastros teóricos e in­telectuales, los odiosos hombres de «cáte­dra» como los llama por burla Mostaza que se aprovechan de su obra, burlándose de él y escarneciéndolo. De igual modo lo trata la sociedad de los nobles que, pasado el pe­ligro, lo considera extraño y le cierra la puerta. Otra decepción más dura, le viene de Ninón, quien primero se entrega a él y le invita a encuentros secretos en una casa de campo, pero luego le hace traición prefiriendo a un marqués.

La vida de Mos­taza se oscurece; pero en medio de la me­lancolía que se apodera de él se despiertan ciertos aspectos de su alma íntima y deli­cada, el apego, sentimental a su Romaña, la conciencia triste y resignada de la inme­diata vejez y de la inutilidad de su obra agitada e incomprendida; el oscuro senti­miento de Dios y su amor, más de tierno padre que de tío adoptivo, por Spadarella, una muchachita con voz de ángel, que vive entre las flores y la adoración de algunos buenos ancianos. Al fin, una misma suerte los iguala; los dos defraudados en sus afec­tos (también Spadarella ha padecido su amarga desilusión) dejan la ciudad del Ca­pricornio, ella para reanudar en otra parte su carrera de cantante, iniciada triunfal­mente, él para ser compañero y custudio de la gloria de su sobrina. «Libro de pa­sión — lo define Beltramelli — en el cual ríe y sonríe, desde la melancolía o la vio­lencia, el alma hiperbólica de nuestra gen­te». Pero la melancolía, cuando aflora, es un momento autobiográfico, no está en las cosas; la seriedad se impone al tono des­preocupado, humorístico, épico, pero no por movimiento natural. La verdadera huma­nidad de Mostaza lo convierte en fantoche: podría ser un personaje de Pulci o Tassoni, puesto a vivir en una atmósfera lúcida y alegre de mito entre formas y colores más que entre sentimientos o ideas. Con todo, esta novela es una de las más notables ten­tativas de la literatura del novecientos para llevar a la espiritualidad del sueño la dura y prosaica materialidad del presente.

G. Marzot