Poemita de Jean-Baptiste- Louis Gresset (1709-1777), compuesto en 1733 y publicado en 1734. Ver-Vert, el héroe de esta minúscula epopeya, es un papagayo, trasplantado desde muy joven de su país nativo al convento de las Salesas de Nevers, ídolo y juguete de un enjambre gárrulo y ocioso de monjitas, ronda como un pequeño sultán por celdas y locutorios, entre tocas y velos, repitiendo con mil remilgos las frasecitas dulces y pías que escucha en tomo a sí.
La fama de sus gracias vuela : las Salesas de Nantes arden en deseos de conocerlo. Escriben, ruegan, esperan. No se les puede negar; entre las lágrimas de sus tiernas amigas, Ver-Vert se embarca, y permanecerá quince días donde su honor lo llama. Pero el buque que lo transporta ofrece, en labios de barqueros, soldados y ninfas de «strapazzo», impensados modelos de estilo y de vocabulario al elocuente pájaro. El virtuoso discípulo de las monjitas aprende a blasfemar como un turco y después de haber sembrado con su comportamiento el escándalo entre las hermanas de Nantes vuelve cubierto de oprobio a sus antiguas amas. El consejo de disciplina lo condena a largos meses de silencio y abstinencia, terminados los cuales el hijo pródigo, con el corazón contrito, es devuelto a sus amigos. Pero atiborrado de azúcar y de licores, muere víctima de aquellos regalos cuya costumbre ha perdido.
Le levantan un túmulo con un piadoso epitafio; pero su alma gárrula no yace bajo tierra; eternamente transmiga, por metempsicosis, de monja a monja. En el grupo gentil de los animales que la ternura humana guió a los umbrales de la poesía, el papagayo de Gresset ocupa un puesto singular por la novedad del mundo, de que está tomado: una comunidad femenina educada en todos los refinamientos y que, en vez de serias ocupaciones, ofrece un clima ideal para el desarrollo y la deformación de ciertas sensibilidades. El poemita, primera obra de Gresset, suscitó la admiración de Rousseau y pronto se hizo tan popular que en su tema se inspiraron motivos decorativos de las porcelanas de Sèvres. Dos cantos suplementarios fueron suprimidos por su propio autor por escrúpulos religiosos; pero basta lo que nos ha quedado de él para hacernos comprender que su autor no estaba destinado a permanecer mucho tiempo en la Compañía de Jesús, donde había entrado muy joven y de donde sus obras le obligaron a salir.
E. C. Valla