La novela, en gran parte autobiográfica, narra la experiencia parisina de uno de tantos americanos llegados, en los años de entreguerras, a la capital francesa con ambiciones literarias y artísticas, y sobre todo con unas ansias enormes de libertad y de anticonformismo.
El relato, que carece de episodios relevantes, sigue el tenue hilo del vagabundear del protagonista, el Narrador, desde un mísero cuartucho de hotel a un bar, desde un burdel a una librería o a una galería de arte. Todos los personajes, el Narrador, Boris, Van Norden, Fillmore, Tania, Ginette y cien otros más, están hambrientos de sexo, son grandes bebedores, y se hallan siempre en conflicto con sus necesidades más elementales: todos están dispuestos a cualquier arreglo o amaño con tal de satisfacer sus apetitos; y son precisamente estos apetitos, arreglos o amaños los que proporcionan la materia a la narración.