[Cider]. Poema en dos cantos del inglés John Philips (1676-1709), publicado en 1706. Escrito a imitación de las Geórgicas (v.) de Virgilio, se propone ilustrar la complicada serie de operaciones agrícolas y domésticas necesarias para la preparación de la popular bebida. Animado por el amor a su país, el poeta canta «qué suelo ama el manzano, qué cuidados se deben a los huertos»; hay que buscar un terrena adecuado con vientos favorables, y, si el terreno no es muy fértil, tratar de mejorarlo de todos modos. Además hay que tener en cuenta las tendencias y simpatías de las plantas, ponerlas unas juntas a otras y combinarlas con sabios injertos, dictados por la experiencia, que también enseñará a cortar y podar, «ya que todas las cosas las enseña la experiencia y casi todas las mejora».
No es menos necesario defender las manzanas de los pájaros con un milano disecado, de los puercos con perros, de los caracoles quitándolos todos los días, de las avispas cogiéndolas con liga, y también de los males interiores, es decir, de los gusanos. Más adelante examina las varias calidades de manzanas, declarando que entre todas la «encarnada a rayas» es la mejor, y describe las fatigas de la recolección, cuando en otoño «las llanuras inglesas se tornan coloradas de cosechas de manzanas que exhalan dulces perfumes». Hay que coger las manzanas antes de que llegue el invierno, y pasarlas por la muela que hará girar un viejo caballo; y no mezclar nada con las manzanas ni calentarlas, porque «suficientes a sí mismas, rehúsan toda ayuda y saben fermentar por su cuenta»; la sidra debe descansar dos años.
Y, después de recomendar moderación en la bebida, el poeta concluye con una invocación a Inglaterra, donde Pomona adorna los campos con rosadas manzanas, de las que se saca la preciosa bebida que se beberá y apreciará, triunfando sobre el vino, en todas partes «donde ondeen triunfantes las banderas británicas» o ha llegado su fama. En la disposición de la materia, alternando preceptos relativos al cultivo con sentimientos más generales, y en el fácil y gracioso pasar de un tema a otro, Philips imitó con gran diligencia a su modelo; pero la majestuosidad del verso suelto no conviene mucho al pedestre argumento.
A. P. Marchesini