[Robinja]. Drama del poeta eslavo de Dalmacia, que vivió entre el final del siglo XV y la primera mitad del XVI, autor de composiciones líricas empapadas de petrarquismo, traductor de Ovidio y rígido autor de versos italianos de carácter encomiástico.
Su nombre está ligado sobre todo a este drama, publicado en Venecia en 1556 en las Composiciones [Skladanja], que inician el género novelesco en la literatura serbocroata de Dalmacia; parece bastante original, o al menos destaca de entre una serie de obras eslavas, que son sólo simples e impersonales arreglos de modelos italianos. La hija de un «ban» croata, de origen magiar, es raptada por bandoleros turcos mientras duerme en el jardín. El rey de Hungría, que se había encariñado con la doncella raptada, promete una recompensa a quien la encuentre y la salve. El joven Derencin, que secretamente la amaba, después de muchas peripecias, disfrazado de comerciante, logra alcanzarla en Ragusa de Dalmacia, donde sus raptores la habían puesto en venta como esclava. Entonces él, antes de revelar quién es y rescatarla, le echa en cara su insensibilidad y describe el amor de Derencin por ella.
Sólo cuando oye de su boca que también ella le amaba ocultamente, se descubre, celebran en seguida los esponsales y dan noticia de ello a la Señoría de Ragusa, que honra de diversas maneras a los prometidos. Y con un himno a la Señoría de Ragusa termina la obra. Ésta es calificada de drama, porque de éste utiliza la forma habitual y la división en actos; en realidad no lo es por carecer de fuerza y pasión dramáticas; la acción no se desenvuelve directamente, sino de modo reflejo en pesados monólogos, los personajes no constituyen verdaderos caracteres, sino más bien rígidos tipos de novela, y todo se reduce al diálogo central entre la esclava y Derencin dentro del repertorio y de los artificios de la lírica amorosa del siglo XVI. Aunque en la trama recurre al género novelesco, predilecto del Ariosto y sus seguidores, queda siempre como una representación carnavalesca, y en efecto fue representada muchas veces en carnaval; sólo que a la frivolidad del canto carnavalesco se le contrapone la tradicional idealización del amor romántico.
Todo el drama no es otra cosa que el marco y el fondo para un «contraste» amoroso, que en la entonación calca todavía el lenguaje ideal de la lírica petrarquista y que por su contenido recuerda las aventuras amorosas caras al hedonismo del siglo XVI, en las que unos amantes ocultos y tímidos, apenas revelado su sentimiento, dejan libre curso a los sentidos y sellan su historia de amor con un intempestivo acto carnal. Esta conclusión, sin embargo, aflora en la obra sólo de rechazo en la narración charlatana e indiscreta de una camarera y se pierde en el conjunto de las impresiones. Se puede ver en la Esclava, una tentativa de llevar el drama a los dominios de lo novelesco, tentativa hecha ya por la épica y la novela. De aquí la «originalidad» que la crítica serbocroata, aparte de toda apreciación estética, le atribuye.
A. Cronia