Nació el 9 de enero de 1741 en Florencia, donde murió el 27 del mismo mes de 1810. A pesar de sus vivas simpatías por los jesuítas, cedió a las presiones maternas y no ingresó en la Compañía. En 1766 cayó bajo la influencia de los jansenistas. Su brillante carrera eclesiástica llevada a cabo en la ciudad natal culminó con su nombramiento de obispo de Pistoya y Prato (1780), diócesis en las que pronto dedicóse al restablecimiento de la disciplina y la moral. En 1786 convocó el célebre sínodo diocesano de Pistoya, con el cual pretendía obtener la aprobación de su clero a las reformas llevadas a cabo y la promoción de otras; en ello actuaba independientemente de Roma, de acuerdo con la interpretación jansenista de los procedimientos empleados por los obispos de los primeros siglos del cristianismo.
Tales reformas le atrajeron el odio de algunas órdenes religiosas, las cuales provocaron la insurrección del pueblo, a quien Ricci descuidara, y la dimisión del prelado. Las declaraciones públicas de éste en favor de la constitución civil del clero y del juramento eclesiástico de fidelidad a la República francesa le valieron la condena pontificia (1794). Invadida Florencia por las bandas aretinas del «Viva María» organizadas por los ingleses y la clerecía (1799), Ricci fue detenido. Napoleón le puso en libertad. En 1825 De Potter dedicóle una biografía, base de la exaltación del obispo llevada a cabo por la historiografía liberal. En 1865 Agenore Gelli publicó sus Memorias (v.) en dos tomos.
D. Cantimori