Nació en Suffolk hacia 1175 y murió en Buckden el 9 de octubre de 1253. Poco sabemos acerca de la juventud de este personaje, destinado a ser el jefe espiritual de la Iglesia católica de Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIII. Tuvo un origen humilde, y entre 1195 y 1199 estudió en Oxford, donde en 1209 era «cancellarius». Arcediano sucesivamente de Chester, Northampton y Leicester, y lector de Teología en la escuela franciscana de Oxford, fue nombrado obispo de Lincoln en 1235. Desplegó, como prelado, una importante actividad; riguroso en las visitas pastorales y en las inspecciones realizadas en los conventos, e infatigable predicador, en latín a su clero y en inglés al pueblo, dio un poderoso impulso al renacimiento religioso de su diócesis y de toda la isla.
Cuidó, además, los intereses materiales de los fieles, ayudó ampliamente a los necesitados y reprimió cualquier abuso; estableció en Oxford una «Caja» que facilitaba préstamos sin interés a los estudiantes pobres, a quienes libraba, con ello, de los usureros. En 1245 viose favorablemente acogido por el papa Inocencio IV y los cardenales en el concilio de Lyon, ciudad a la cual regresó en 1250 para hablar con el pontífice respecto de importantes cuestiones religiosas referentes a Inglaterra. Durante los últimos años de su vida sostuvo duras luchas con el monarca Enrique III acerca de los diezmos y contra la asignación de beneficios eclesiásticos ingleses a prelados italianos. Robert, empero, interesa también como figura del mundo cultural. Las Traducciones del griego (v.) debidas a él y a colaboradores griegos que hizo venir del sur de Italia difundieron por el Occidente obras sacras (San Ignacio de Antioquía, seudo Dionisio Areopagita, San Juan Damasceno) y profanas (la más importante de éstas la Etica a Nicómaco de Aristóteles con los comentarios de Eustacio, Miguel de Éfeso, Aspasio y el Anónimo).
Su labor de comentarista y sus textos originales (de Filosofía, Teología y Ciencia en general; v. Escritos filosóficos y científicos) hacen de él uno de los hombres más doctos del siglo, y le confieren una talla sin duda no inferior — aun cuando sí lo sea su fama — a la de San Alberto Magno. Entre sus discípulos figuró Rogerio Bacon, el cual inició en el campo filosófico la orientación científico-experimental que habría de tener una capital importancia en la historia del mundo moderno.
E. Francrschini