Nació en Sira en 1835, en una familia oriunda de Quíos, y murió en 1904 en A-tenas. Todavía niño fue llevado a Génova, donde permaneció ocho años y realizó los primeros estudios. Perfeccionó luego en la localidad natal su conocimiento del inglés, y frecuentó en Alemania los cursos universitarios. Por la distinción y el tono europeo de su cultura, así como por su singularidad y su elegancia —gustaba, según se dice, de la buena vida, los caballos, la esgrima y los libros raros —, provocó la admiración de la pequeña Atenas contemporánea cuando en 1860 establecióse en ella. Su espíritu agudo, su talento multiforme y su amplia información le situaban por encima del ambiente intelectual de la ciudad y le permitían enfrentarse con claridad y seguridad de ideas a los más vivos problemas de cuantos interesaban la cultura griega de la época.
Cabe afirmar que ejerció una extensa y profunda influencia en la formación espiritual de las generaciones sucesivas no sólo con sus obras, sino también mediante su crítica orientadora, que en los ámbitos del arte, de la literatura y del teatro procuró llevar a Grecia del nivel local y vernáculo al plano europeo. En la cuestión de la lengua manifestóse partidario del rigor de Psicari, y, aun cuando en el volumen ídolos (1890) combatiera el empleo del lenguaje depurado, en la práctica guardó fidelidad al mencionado criterio. En 1865 publicó la novela histórica La papisa Juana (v.), que alcanzó un éxito escandaloso y le valió una gran notoriedad.
Mayor es todavía el mérito artístico de los Cuentos de Sira, que aparecieron a continuación. Roidis llevó su incisivo y polifacético ingenio a innumerables textos de crítica y erudición. Perdidos sus bienes en la quiebra de un banco, fue nombrado, gracias a la intervención de su amigo Tricupi, director de la Biblioteca Nacional de Atenas, institución a la que dio un gran impulso.
B. Lavagnini