Ladislav Stropejniký

Nació el 6 de ene­ro de 1850 en la localidad de Cerhonice, cerca de Písek (Checoslovaquia), y murió en Praga el 11 de agosto de 1892. Poseyó un carácter rudo y difícil, y, entre cacerías y burlas maliciosas, pasó una atolondrada juventud. Durante la noche del 11 de agos­to de 1867, mientras acechaba una presa, disparó contra la sombra de una persona que huía, y, creyendo haber dado muerte a alguien, volvió la escopeta hacia el pro­pio rostro para quitarse la vida. Sobrevivió, pero quedóle un semblante tan mutilado y deforme que hubo de llevar hasta la muer­te una nariz ficticia de cera colgada de las gafas. A partir de entonces, temeroso de las burlas de los hombres, se recluyó en un áspero y desdeñoso aislamiento.

Su rencor contra la suerte dio lugar a una serie de amargas y mordaces colecciones «humorís­ticas», reunidas posteriormente bajo el tí­tulo de Gente ridícula y mezquina [Lidé smeshí a ubozí, 1884]. Llegado a Praga, fue al principio modesto empleado munici­pal, y luego, tras el éxito de algunas de sus comedias, dramaturgo del Teatro Nacional; en el desempeño de esta misión se mostró — según dicen las biografías — severo y duro con los textos ajenos. En el desarrollo de su producción, cabe reconocer dos pe­ríodos: en una primera fase, integrada por obras de un solo acto, como El diablillo de Zvíkov [Zvíkovský raráshek, 1883] y La mujer del monedero [Paní mincinistrová. 1885], el autor evocó un animado mundo arcaico que había conocido en los docu­mentos del archivo de Cerhonice; luego, tendió a un realismo rural de fondo etno­gráfico, que dio lugar a Nuestros fanfarro­nes (1887, v.).

Menos significativos resultan los dramas siguientes, cual Václav Hrobchický z Hrobchic (1888), representación de las divergencias persistentes entre la nobleza y los campesinos, y En la mina de Valdshtejn [Na Valdsctejnské shachte, 1893], his­toria de un idealista fracasado. En 1892 Stropejniký enfermó de tifus, y, como hubiera de permanecer en la cama sin la nariz postiza, no quiso mostrarse, de tal suerte desfigu­rado, ni tan sólo a su esposa, la actriz Ana Turnová, con la cual había contraído ma­trimonio en 1890.

A. M. Ripellino