Nació el 18 de enero de 1841 en Ambert (Püy-de-Dóme), murió el 13 de septiembre de 1894 en París. Es una de las figuras más singulares de la música francesa de finales de siglo.
Estudió Leyes, y en 1861 ingresó como empleado supernumerario en el Ministerio de Asuntos Interiores. Pero su vocación lo impulsó a cultivar, con empeño cada vez mayor, la música, que había aprendido de niño. Apasionado por el arte, empezó a frecuentar los parnasianos y pintores impresionistas, se hizo amigo de Manet (que lo retrató) y trabó amistad con Yerlaine.
Éste se prestó también a hacer de libretista cuando Ch. quiso intentar la opereta a lo Offenbach con Vaucochard et Fils 1 er (1863) y Fish-Ton-Kan (1865). Mientras tanto, las amistades trabadas en el círculo frackista no tardaron en dar sus frutos. En 1874 entra Ch. a formar parte de la Société Nationale de Musique, donde exhibe en conciertos su virtuosismo en el piano y presenta algunas composiciones suyas.
En el año 1877 ensaya la ópera con L’Étoile, representada en los Bouffes Parisiens, a la que seguirá la deliciosa Une éducation manquée (1879). 1879, por último, abandona el empleo durante un viaje a Munich, en marzo del 80, una audición del Tristán le deja prendado del arte de Wagner, que podrá después profundizar mejor como maestro auxiliar de los coros en los conciertos Lamoureux (1882).
En esta etapa se abre e paréntesis de otro viaje, esta vez a España (1883): un baño de color que da sus frutos en la suite España (v.). Sin embargo, la innata ambición y sobre todo la exigencia que le incita a una renovación dramática le vuelve a llevar a Wagner, cuya influencia es sensible en Gwendoline (v.) y en Le Roi malgré luí (1887). En Ch., la opereta alcanza la dignidad artística de la ópera.
Después del 89 abandona el teatro y escribe páginas pianísticas, romanzas y la cantata L’ode á la Musique, con versos de Edmond Rostand. Pero vuelve a él, inmediatamente después, con otra ópera seria, Briséis, que quedó incompleta por la parálisis que puso fin a sus días. La música de Ch. se conserva hoy como rico semillero que habrá de germinar y florecer con las generaciones sucesivas de la escuela francesa, desde Debussy y Ravel, quien le tuvo una devoción particular, hasta los compositores más recientes.
Pero la expresión más verídica y seductora de este músico irregular ha de buscarse en el Ch. llamado menor: además de las óperas cómicas, de algunas composiciones líricas y diversas piezas para piano, como la Bourrée fantasque (más tarde orquestada), destaca en las Piezas pintorescas (v.), en los Valses romantiques y, sobre todo, en las suites para orquesta en España.
E. Zanetti